Agradezco la invitación que se me hizo para colaborar en esta presentación, y lo hago porque mi única discrepancia es con el nombre.
Yo lo considero un libro muy ilustrativo, valiente, riguroso y de fácil lectura. Esto último no es frecuente, porque cuando las ideas no están claras, mejor es enredarse con literatura innecesaria.
Conocí a Antonio Salazar comenzando este siglo, en “los desayunos del Mencey” Recuerdo que cuando terminamos, continuamos hablando y me preguntó: ¿Cómo es que habla tan claro? – Le respondí que porque no esperaba ninguna subvención, ni ningún favor político. Pronto me di cuenta que se trataba de un idealista, con tremendas ganas de sacudir esta sociedad para despertarla de un incomprensible letargo. Su ideología no la esconde, se reconoce liberal, que es algo raro en nuestro país, y por lo tanto arriesgado de confesar.

Sí quiero resaltar que en el 2006 el Círculo de Empresarios de Gran Canaria le encargó una recopilación de los mejores artículos de Juan Ignacio Jiménez Mesa, cuyo título es ‘Crónicas liberales’, como homenaje a ese gran periodista que fue.
Su amor a la libertad es lo que creo que le impulsa a no mantenerse durante mucho tiempo en la misma labor.
Pero…… hablemos del libro, que es lo que me han pedido.
Llega en un momento muy oportuno porque estamos en la situación más confusa de nuestra historia, ya que se habla de economía por personas que jamás han gestionado nada, ni asumido ningún riesgo y por lo tanto, se escuchan cosas contradictorias y sin fundamento. Por ejemplo: hoy se entiende como ESTADO DE BIENESTAR el empleo público y desde ese punto de vista es indiscutible que hemos alcanzado las más altas cotas, superados por muy pocos países entre otros La Unión Soviética; pero si por el contrario pensamos en el empleo privado y en poder pagar los servicios públicos esenciales, ahí es donde el bienestar es más que dudoso, porque para vivir como ricos es necesario ser ricos y eso lo hemos olvidado.
Por ese motivo, ahora la demagogia se impone y las frases de moda están relacionadas con “la persecución a los ricos”, típica del populismo político que solo conduce al enfrentamiento y al empobrecimiento general, además de ahuyentar el ahorro y la inversión. Todos sabemos que la distribución de la riqueza se consigue a través del IRPF, cuya escala, en España, va desde el 24% al 45% (hay una parte exenta). También el IVA (IGIC) donde lógicamente quien más gana más consume y por lo tanto, facilita una mayor contribución y por supuesto el Impuesto de Sociedades. Ahora, sin embargo, para lograr una mínima recaudación se implanta el Impuesto Patrimonial y el de sucesiones, para recaudar cantidades poco significativas, uno de estos impuestos se quitó con argumentos muy sólidos y el otro se redujo en algunas CCAA hasta casi desaparecer. En ambos casos el Gobierno, sin el más mínimo rubor, le pasa la papa caliente a las CCAA. Los dos impuestos, es fácil comprender que castigan el ahorro, pero eso no importa, lo que importa, desde el populismo, es impresionar a los que no se ven afectados.
La honestidad y la capacidad intelectual de los dirigentes debe prevalecer sobre la verborrea, y la meritocracia debe implantarse sin demora. El votante debe analizar el currículo de los aspirantes para saber quién está capacitado para administrar sus recursos.
Es conveniente saber que la economía privada y la AAPP son vasos comunicantes en lo que respecta a los recursos económicos, de manera que cuantos más recursos demanda la segunda, menos quedará disponible para la privada, que es la que crea la riqueza.
Ante todo esto lo correcto es hacerle ver a la sociedad que: EN NINGÚN SITIO ESTÁN PEOR LOS POBRES QUE EN UN PAIS POBRE.
Estoy seguro de que si nuestra ciudadanía reflexionara sobre los regímenes económicos intervencionistas y sus históricos resultados, este libro sería innecesario.
A todo esto hay que añadir que un Parlamento compuesto mayormente por funcionarios públicos difícilmente acometerá las reformas necesarias, sobre todo cuando individualmente no tienen que dar cuenta a sus votantes.
Pero es aún más, la AAPP española no hay que reformarla, hay que diseñarla partiendo de cero.
Es imprescindible establecer límites en cuanto al empleo público y el aparato político, además de establecer sanciones personales para quien irresponsablemente los traspase.
La lista de organismos públicos incluida en este libro, así como la multitud de instalaciones en poder para llevar a cabo sus funciones, le pone los pelos de punta al más sereno. Por otra parte es la gran esperanza, pues si logramos racionalizar este disparate “nos vamos a ahorrar una pasta gansa” utilizando una frase muy frecuente entre la juventud, que permitirá ahorrar mucho dinero y podremos bajar impuestos, permitiendo a la economía productiva utilizar mejor esos recursos.
El libro habla también de la rentabilidad económica de las inversiones públicas, no de la rentabilidad ideológica, sino de la real. Hay inversiones de mucha envergadura que no solo costarán verdaderas fortunas, sino que su mantenimiento será costosísimo, y sin embargo, muchos canarios están aislados, sin que la fibra óptica les permita comunicarse adecuadamente. No se piensa en la cantidad de personas que podrían mejorar sus condiciones de vida si pudieran trabajar desde su propia casa, algo que es muy normal en otros países.
Este libro es también una crítica a la política de subvenciones, que han adormecido a muchos sectores, dándose el caso de empresas que cerrarían sus puertas si no dispusieran de estas ayudas. Todo ello, sin que el pueblo se de cuenta de que es él quien paga por algo que no tiene razón de ser.
Se trata, sin duda, de un libro que no tiene ni un solo párrafo que no esté justificado, cuyos argumentos están avalados con cifras y que desde mi punto de vista realiza una labor pedagógica, que requeriría del apoyo de todos para ser divulgado.
Por el esfuerzo realizado, quiero darle las gracias a Jorge y Antonio.
MUCHAS GRACIAS
Sergio Alonso Reyes